EUCARISTÍA

La santísima Eucaristía es el sacramento más augusto, en el que se contiene, se ofrece y se recibe al mismo Cristo, nuestro Señor; por ella la Iglesia vive y crece continuamente. Es la cima y la fuente de todo el culto y de toda la vida cristiana, por el que se significa y realiza la unidad del Pueblo de Dios, proporcionando alimento espiritual a quien la recibe, y se lleva a término la edificación del Cuerpo de Cristo. La celebración de la Eucaristía es el centro de toda la vida cristiana.

Los padres o tutores, junto con los párrocos, tienen la obligación de procurar que los niños que han llegado al uso de razón se preparen convenientemente y se nutran cuanto antes con la Eucaristía. Es importante señalar, sin embargo, que el criterio para la recepción de la Sagrada Comunión es el mismo para personas con discapacidad intelectual o de desarrollo que para todas las personas, es decir, que la persona sea capaz de “distinguir el cuerpo de Cristo de otro alimento ordinario” incluso si este reconocimiento se expresa por la compostura, gestos, o silencio reverencial en lugar de verbalmente, en los casos en que tengamos un claro discernimiento "Se ha de dar también la Comunión eucarística, cuando sea posible, a los discapacitados mentales, bautizados y confirmados: ellos reciben la Eucaristía también en la fe de la familia o de la comunidad que los acompaña." Como nos recuerda el papa Benedicto XVI en "Sacramentum caritatis"

Se ha de reservar una atención particular a las personas con discapacidad; si lo permite su condición, la comunidad cristiana ha de favorecer su participación en la celebración en un lugar de culto y su plena participación en la liturgia. A este respecto, se ha de procurar ayudas tales como el proporcionar intérpretes de lengua de signos y material impreso, o Textos y letras de cantos en pantallas, para personas que son sordas, la accesibilidad de los edificios de la iglesia para personas con movilidad reducida, el acceso de personas ciegas con sus perros guías, adaptación del lenguaje y los cantos al ritmo y comprensión de las personas con discapacidad.

Pero la participación en la liturgia dominical no solo ha de ser pasiva, las personas con discapacidad, como todos los demás feligreses, deben sentirse animados a participar a todos los niveles del ministerio pastoral disponibles y para los que estén cualificados. Por ejemplo, a menudo es necesario que los laicos realicen ciertos servicios o funciones en celebraciones litúrgicas, y en especial en la celebración de la Misa. Al escoger a quienes se invitará a usar sus dones al servicio de la comunidad parroquial se a de extender la invitación de Cristo a feligreses con discapacidades que estén cualificados y facilitares los medios para que lo ejerzan, por ejemplo facilitando lecturas en braille para ser proclamadas por personas ciegas, escogiendo para ser monaguillos a niños con discapacidad intelectual, eliminando barreras arquitectónicas para que las personas en sillas de ruedan puedan realizar las moniciones o preces en el mismo lugar que otros fieles, etc.