“Los bautizados avanzan por el camino de la iniciación cristiana por medio del Sacramento de la Confirmación”. De este modo, reciben al Espíritu Santo que los conforma más perfectamente a Cristo y los fortalece para que puedan “dar testimonio de Cristo para la edificación de su Cuerpo en fe y caridad”.
Los padres, aquellos que cuidan a personas con discapacidad, y los pastores de almas –sobre todo los párrocos– procuren que los fieles que han sido bautizados sean bien preparados para el sacramento de la Confirmación y se acerquen a él en el tiempo oportuno. “El Obispo diocesano tiene la obligación de procurar que se administre el sacramento de la Confirmación a sus feligreses que lo pidan debida y razonablemente”.
Todos los católicos bautizados con uso de razón pueden recibir el sacramento de la Confirmación si están “convenientemente instruidos, bien dispuestos y puedan renovar las promesas del Bautismo”. Las personas que, a causa de discapacidad intelectual o de desarrollo, quizá nunca alcancen el uso de razón, pueden recibir el sacramento de la Confirmación y se las debe animar, directamente o, si es necesario, a través de sus padres, a recibirlo. Es importante que reciban la orientación pastoral necesaria, junto con la bienvenida y acogida de toda la comunidad de fe. En la medida de lo posible, quienes tengan discapacidad deben ser incluidos con otros durante la preparación y celebración del sacramento. Algunas veces, la necesidad pastoral podría requerir un ambiente adaptado y una forma más sencilla.
Siempre debe estar presente un padrino para el que se confirma. El padrino asiste al confirmado en el seguimiento del camino de la Iniciación Cristiana.
Cuando las personas con discapacidad que ya son cristianos bautizados desean hacerse católicos, deberán participar en el Rito de la recepción de cristianos bautizados en plena comunión con la Iglesia católica, que normalmente incluye la recepción de los sacramentos de la Confirmación y la Eucaristía.